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Son las 7:30, y gran parte de la gente ya está despierta, algunos desesperados por partir. Yo me tomo las cosas con calma, hago mi rutina de baño matutina, armo la mochila fuera del dormitorio, me como mi yogurt, mi pancito, tomo agua, y cuando estoy listo, ya todos han huído como si se tratara de una carrera. Sólo queda un ciclista que está colgando sus pertrechos en la bici.
Son las 8 de la mañana.
El camino sale de Melide como quien sale por la puerta de atrás de una casa. Un par de vueltas y todo parece campo. Pero ya es imposible estar completamente en zona rural. La mayoría de las casas son más de cemento que de piedra, y los sectores de bosque son más urbanizados que los de hace dos días. De hecho, ya no hay bosques, sino áreas acotaditas de árboles, muchos de ellos eucaliptus y pinos de reforestación. En cierto modo, la parte más agreste del camino parece haber terminado. Mucha parte del sendero es por el lado o cercana a la carretera
Saliendo del área urbana, un letrero de autopista dice que restan 51 kms a Santiago. Parece muy poco.
La concha de vieira ahora es un relieve que no marca la dirección, y es necesario guiarse por las flechas que están pintadas de amarillo bajo las vieiras. Mucha gente deja recados con plumón para peregrinos que han conocido y que van más atrás. Ahora las marcas se suceden casi cada 500 metros, y uno avanza rápido. No obstante, después de tantos días caminando sólo, tener un peregrino adelante con su mochila fluorescente, y uno atrás siguiéndote los pasos, es una experiencia nueva. Al principio me da la sensación de que debo mantener un ritmo del de adelante para no chocar con el de atrás, como si se tratara de una fila india... Luego mando todo a la cresta y voy a mi ritmo propio. Paro cuando quiero sacar una foto, avanzo cuando quiero avanzar, si paso a alguien, lo paso; si me pasan a mí, que me pasen, yo aminoro la marcha para que vayan más adelante y no tenerlos de paisaje en el frente.
Caminando con dos peregrinos a unos 10 mts frente mío, y aminorando la marcha para dejar una distancia, descubro el que es, posiblemente, el peor problema de caminar sabiendo que detrás tuyo viene más gente: todo lo que es el "orinar".
Antes, me daban ganar de mear, iba a un arbolito, y meaba. Lo peor que podía pasar era que me viera una vaca. Ahora, tengo que esperar a que los de adelante no se devuelvan y que atrás no venga nadie relativamente cerca, y buscar un recodo medio piolita... En fin, en necesario adaptarse a las nuevas circunstancias.
Soslayado el asunto pipí, sigo el camino, y al poco rato he retomado la marcha. En una de las subidas por carretera, quedo mas o menos a la par con otro peregrino.
- ¿Primera vez en el Camino?- le pregunto
- Algo así... Llevo 5 años en el Camino, haciéndolo por tramos, pero aún no he llegado a Santiago como Peregrino. El año pasado quise llegar, pero en Palas de Rei me accidenté, y no pude caminar más. Llegué a Santiago en bus y luego volví a Madrid. Este año partí de Palas, y espero completar este año, pero no tengo prisa. Puedo terminarlo el año próximo... Estas subidas me matan.
Me cuenta que ha estado haciendo el Camino Francés, pero que prefiere hacerlo en invierno, dado que en verano hay demasiada gente, y es muy desagradable. Alessandro ya me había comentado un poco eso también.
- Es que ¿sabes?, llegan hordas de gente por el Camino Francés y esto es un hervidero de personas. Y la gente que viene de los países del Norte, como sale el sol como a las 5 de la mañana, ya a eso de las 4 empiezan a despertar y a armar sus mochilas, y todo lo meten en bolsas plásticas que suenan "wish wishhh wishh". Me cago en Dios, una noche les grité que cómo eran tan desconsiderados, que había gente que todavía quería dormir un par de horas, ¡la leche!. Yo creo que no entendieron lo que les dije, pero captaron el mensaje porque salieron del dormitorio a hacer sus bolsos. Es que, ¿sabes? Es mucha la gente en el Camino Francés... ¿Que tal el Camino Primitivo? ¿Mucha gente?
- Nada - le respondo- De hecho, me crucé con dos peregrinos nomás... Lo hice casi entero sólo.
- Bueno, verás que desde Mélide la cosa cambia, porque ahora estás en el Camino Francés. Y hay que agradecer que es invierno. Y hay poca gente, aunque no te parezca. Es que hay gente que no sabe comportarse en los albergues, grita, ronca... Me tocó una vez un tío que roncaba como un animal...
Me alegro de saber que no soy el único antisocial
Se llama Angel, es de Madrid, y hace casi 20 años que va de vacaciones a Asturias. Me cuenta un poco de algunas fiestas costumbristas locales, como la matanza de los cerdos en San Martín (de ahí el dicho de acá de "a cada cerdo le llega su San Martín"), y de las fiestas de las castañas en noviembre, y de la sidra, y de que todo lo que pueda convertirse en alcohol en España, se convierte en alcohol... y que es uno de los países con más festivos en Europa. "Si por eso el resto de la Comunidad Europea quiere que quitemos festivos, porque dicen que celebramos mucho y trabajamos poco". Alessandro también me lo había comentado, agregando que por esa razón todos quieren venirse a España.
A eso de las 11 de la mañana llegamos a Arzúa. Me despido de Angel, quien parte a tomar desayuno a un local. Quiere llegar hasta Salceda este día, unos 8 kms mas adelante. Como tiene un poco de tendinitis en el pié no lo quiere forzar mucho. Yo me compro un "bocadillo" y me lo voy comiendo mientras avanzo. Mi idea es llegar hasta Santa Irene, por lo menos, a unos 20 kms de Santiago. En una esquina agarro una señal wifi pública, y me llega un correo de Yurena diciéndome que ya está a pasos de Santiago, en el llamado "Monte del Gozo". Me cuenta también que en Lugo conoció a Alessandro, quien había partido de Castroverde hasta Lugo en bus, para luego partir destino a Italia. Los caminos van y vienen, se cruzan y bifurcan en el Sendero a Santiago. El sendero está trazado, pero en cada uno el camino es un camino distinto.
Saliendo de Arzúa, quedan cerca de 30 kms para Santiago. La ruta sigue por los caseríos que se alejan y se acercan a la carretera. A veces queda un trozo más agreste, con camino de barro entre robles y castaños, que son cada vez menos comunes.
Hay en el camino algunos recordatorios de peregrinos que murieron en el camino. Uno, de un peregrino de 65 años, creo, me impactó, porque decía que había muerto allí mismo, a una jornada de llegar a Santiago.
Ahora las marcas de las vieiras están casi cada 400 metros, y hasta los 25 kms restantes a Santiago, el camino se hace rápido, los kms pasaban como si uno volara... Pero salir del km 25 hasta el km 20, donde está el albrgue de Santa Irene, ese tramo, fue eteeerno.
No sé qué es lo que alarga el camino, si son las ansias de llegar sabiendo que el albergue está cerca, o que debí parar a cierta hora para reposar un poco, o bien que la señalización es un poco confusa al lado de la carretera lo que hace que piense que tal vez me pasé el albergue... La cosa es que la llegada al albergue fue una pequeña tortura.
Menos mal no soy el único perdido, y como "mal de muchos, consuelo de tontos" siempre funciona, entre varios peregrinos con la misma duda, uno no se siente tan solo. De pronto alguoen anuncia que aún falta un km para el albergue.
Al fin, pegado a la carretera, lo encontramos. La señora que atiende es diametralmente opuesta a la mujer natre del día anterior. Ella también me pregunta por Valparaíso, y me dice que mucha gente de Galicia ha ido para allá, o quiere ir.
Voy a descansar un rato arriba, y ella me advierte con un "si es que te dejan, por el ruido".
Subo al dormitorio, tomo mi camarote, y escucho a unos franceses hablando en su idioma gutural. Al parecer es toda una familia que está haciendo el camino. El problema es que los hijos adolescentes no callan. Imagino que a eso se refería la señora.
Después de la ducha (que no salió muy caliente) parto a comer algo. Los locales están a 1 Km por la carretera. Pido un "plato combinado" de carne con huevos, y termina siendo un platón de dos bistec gigantes, dos porciones de papas fritas que rebalsaba el plato, y dos huevos fritos para coronar...
...y un platito de ensalada.
Debieran advertir el tamaño de los platos.
Igual me comí casi todo (quedaron como 8 papas)
Vuelvo al albergue caminando por la orilla de la carretera. Es de noche y la luz de los vehículos en contra no ayudan a la caminata, ya que encandilan y es fácil tropezarse. Al llegar al albergue los franceses siguen hablando, parece que están jugando a algo en el primer piso, porque gritan y ríen a rajatabla. Hay gente intentando dormir en el dormitorio, que está arriba, y no pueden, porque la bulla sube.
Después de como una hora de ruidos, suben a acostarse, y siguen hablando, sin siquiera hacen el amague de bajar la voz. Sólo hablan. Los adolescentes van con su ggggggg ggg gggg que me tiene chato. Debo estar hecho un viejo, me digo, pero igual no les costaría nada hablar más bajo. Aunque sea por respeto. Pero bueno, son franceses. Al fin apagan la luz. Siguen hablando por un momento, y luego se duermen.
Al menos no roncan.
Cuánto extraño los albergues vacios del Camino Primitivo.
De todas formas, el descanso es bueno, pensando en que mañana es el día en que llegaré a Santiago.
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