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Ninguno escuchó el despertador. Me desperté como a las 8, así que salimos del albergue como a las 9. Habíamos dormido como 11 horas. No nos pareció tan terrible, dado que si bien la bajada a Salime parecía ser dura, no debía ser una jornada de caminata muy larga, ya que eran sólo 15 kms mas o menos.
El camino asciende por la carretera al lado de los molinos de viento, columnas enormes que mueven sus aspas con un murmullo que impresiona. El día está muy frío. Llegando a la cima de la carretera se ve el valle de Grandas de Salime. Bueno, decir "se ve" es un eufemismo, dado que las densas nubes forman una piscina blanca que se extiende valle abajo. El camino se adentra en la niebla.
La niebla era para los primeros Asturianos un espíritu poderoso, un dios (si el epíteto corresponde), llamado Ñuberu. Muchas veces escuché que más que la lluvia, lo que trae agua a Asturias es la niebla, que se mueve y desaparece de improviso, o se genera de la nada en ciertas horas del día. En las mañanas, no obstante, Ñuberu es visita recurrente. Recuerdo haber leído que los vikingos también tenían un tema con la niebla. Entrar a la niebla en estos parajes tiene algo de mitológico.
Es niebla densa. Y la bajada es muy inclinada. Voy frenándome con el bastón para no reventarme las rodillas. Al menos la niebla entrega un paisaje nuevo; no es sólo bosque de pinos (reforestado, lo que normalmente sería una fomedad), es un bosque que se ve en distintas profundidades hasta perderse en un gris que se mueve lentamente. En un momento la niebla se disipa en parte, y podemos ver una ladera de roca, que parece tumbarse lentamente, como si cayera hacia atrás, como si retrocediera. Pero la ladera está quieta. La minúsculas gotas de agua de la niebla, que se mueven lenta pero constantemente dan esa sensación de que es lo fijo lo que se mueve.
Ñuberu tiene sus buenos trucos.
El bosque de pinos da paso a uno de castaños, y vamos dejando atrás la niebla. Las hojas de los castaños cubren completamente el camino y varias veces tropezamos con las rocas ocultas por las hojas. La bajada sigue siendo empinada, y después de dos horas constantes de bajada nuestros pies ya están pidiendo un terreno planito.
Pero no. Nos queda mas o menos una hora más de bajada entre castaños y robles... Y piedras bajo las hojas., y algunos tropezones.
Llegamos, por fin, al final del descenso, y el paisaje es carretera, y en la ladera del frente, trepado en el cerro, muchas construcciones con un estilo desigual, y atemporal: un puente que no lleva a nungún lado con arcos en ojiva, dos o tres silos de cemento gigantescos, un par de arcos redondos más arriba en el cerro que parecen sostener unas casas... Me parece estar observando una mala copia de la escenografía de El Señor de los Anillos, en formato Post-Industrial.
La respuesta a esa mezcla: la represa de Grandas de Salime, construida entre 1940 y 1950, que se alza a nuestra izquierda.
No me impacta gratamente. El hecho que el nivel del agua sea excesivamente bajo este año no ayuda, ya que vemos las laderas peladas e inundadas ahora sin agua. Tampoco ayuda el saber que bajo el embalase quedaron sumergidos pueblos completos, obviamente sin mucho derecho a pataleo (uno se ellos Salime, que era del siglo IX, mas o menos). Me contaron que muchos viejos, cuando baja el agua y resurgen los pueblos, van a recorrer las calles de su niñez.
Toda la enorme construcción, ahora, al parecer, abandonada, parece un gigantesco mausoleo.
Cruzamos la represa, y lo que sigue es un ascenso (otro) por la carretera, En la primera subida hay un hotel, y algunas casas grandes, como si fueran residencias de los trabajadores de la represa. El hotel es una casa grande, cuadrada, llena de ventanas, al lado de árboles, en la orilla que da al embalse. No puedo dejar de pensar en "El Resplandor" de Kubrik. No entraría a ese Hotel... Uuuhhhh.
El ascenso continúa dando amplias curvas bordeando el embalse. Los autos nos pasan una y otra vez, y nuestros pies ya están haciendo gorgoritos de cansados. Los autos que pasan a nuestro lado no respetan mucho. Está empezando el fin de semana, y con ello se abren los días de caza del jabalí en esras fechas. Casi todos los autos llevan su carrito con los perros de caza atrás.
En una curva, los árboles me ofecen un regalo: madroños maduritos en el suelo. Como todos los que puedo. Son realmente deliciosos. Yurena llega y me ve en medio de los madroños. Rie, y me dice que no me vaya a caer mal tanto fruto silvestre. Yo sigo buscando los más maduros, y me llevo un buen montón a la boca. Ese gustito fresco u suave es una delicia.
Acabados los madroños maduros, el camino continúa en ascenso por la carretera. Y no termina. Los letreros deben tener mal sus kilometrajes, porque empezamos el ascenso cuando quedaban 6,5 kms para Grandas de Salime, y después de una hora de ascenso nos quedan 6 kms... Luego avanzamos como un kilómetro más y volvemos a ver un letrero que dice 6 kms... O nos estamos volviendo locos, o esto está raro.
Al fin una media hora más adelante, un letrero de senderismo marca 4 kms para Grandas de Salime (según mis pésimos cálculos ya debería estar pisando el pueblo) y una vieira nos apunta a un inesperado sendero en subida empinada. Esto no lo teníamos presupuestado, y yo lo asumo como parte del efecto "Resplandor" de la represa... Un último esfuerzo, y luego viene una senda en el bosque de robles, hasta que a lo lejos diviso Grandas de Salime.
Son las 3 de la tarde. Pasamos al albergue y la persona encargada resulta ser un extraño personaje que grita enojado cuando habla por teléfono y luego se despide muy cordial para cortar. Con nosotros, me parece demasiado dispuesto a la atención... Pero al final resulta buen tipo. Extraño, pero buen tipo.
Comemos en un local, un platón de fabas (que son como porotos pallares), que los encontré bastante buenos (igual en estas lides no hay nada como unos buenos porotos con riendas en shilito). Luego una termera asada, y Yurena pide cordero. En las carnes si que me saco el sombrero. Nada que decir. Deliciosas.
A las 4 abren el Museo Etnográfico, y es parada obligada, así que partimos hacia allá.
La verdad no le tenía mucha fe, pero quedé impactado. La gigantesca colección de elementos que mostraban la vida de hace unos treinta años hacia atrás, fue increible. El paseo por las distintas actividades (incluyendo peluquería, o tiendas de barrio) hasta me recordó cosas que yo también ví cuando era bien niño... Todo estaba impocable.
Despues del museo, nos fuimos a la Colegiata (la Iglesia de Salime) estábamos mirando los retablos (fantásticos), cuando se nos acercó el cura y nos preguntó si queríamos que nos hiciera una pequeña reseña histórica de la Iglesia.
El cura resulta ser un guía turístico y un narrador de lujo. Por desgracia tuvo que ser breve, dado que una feligresa lo miraba severa porque mientras nos hablaba retrasaba la Novena.
Hablar de la Colegiata es hablar de los orígenes del pueblo, dado que todo empezó con un peregrino que volvió del Camino de Santiago y decidió hacerse hermitaño en esos lares, donde no había nada (el antiguo pueblo de Salime ahora está bajo el embalse). Allí, vivió entre el bosque, ayudando a los peregrinos que pasaban de ida a Santiago, o de regreso. Muchos de los que venían de regreso optaron por una vida de anacoreta en el bosque (yo pensaba en que todos los que se uefaron viviendo con el pobre hermitaño al que le jodieron su plan de ser hermitaño). Al tiempo ya había una pequeña comunidad que giraba en torno a los peregrinos.
De ahí, la fundación de la Colegiata, a cargo de una orden religiosa que tomaba decisiones en conjunto, colegiadamente (de ahí el nombre), y luego el Pueblo de Grandas de Salime. La Iglesia tuvo varias reformas, y una de las importantes fue poner pasillos techados alrededor de todo el templo para acoger a los peregrinos que pasaban la noche guarecidos... Ahí me saltó la teja del por que casi todas las capillas del camino tienen techito y paredes cibiertas, con asientos antes de la puerta de entrada.
- ¿Empezamos?- señala la feligresa en tono de mandato disfrazado de pregunta. Nos despedimos del cura agradecidos, y él comienza con el Rosario mientras salimos de la Iglesia.
Nos volvimos al albergue bañados de cultura local, y tomamos decisiones para el camino... A unos 10 kms esta Castro, donde hay un museo de una aldea celta con ocupaciones romanas, y que es la joya de la región. Yo quiero verlo, pero abren recién a las 11:30 en invierno, lo que sería detenerme un día completo. Yurena, por su parte tiene que avanzar sin pausas hasta Santiago, porque tiene el tiempo justo antes de volver a Canarias.
Ordenamos nuestros itinerarios, y vemos que mañana haríamos el último trayecto juntos, de Grandas de Salime a Castro de Chao Samartin.
Afuera se larga a llover a chuzos. Pienso en que tarde o temprano nos íbamos a tener que mojar. Nos fuimos a los sacos, y a las 9:30 ya estábamos durmiendo.
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