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Partimos a las 8 de la mañana. El camino sale de Salas pasando bajo el arco monumental de su castillo, en una despedida triunfal. El pueblo es bien bonito, y tiene esos "detalles" que le da un peso histórico como de cuento.
El camino sale de Salas en un ascenso lento pero constante, primero por un area boscosa, pero luego de cruzar la carretera la cosa se vuelve más pelada, en una subida inesperada, constante, y no muy amable.
Yurena va más lento, la maratón de ayer la dejó media fundida. Yo mantengo mi ritmo para no perder el vuelo, y voy adelantándome.
El cielo acompaña el viaje. Hay harta nube, y el sol da buena luz. No hay calor, y el frío solo sirve de refresco cuando se camina.
Debido a la traición de los orejones, hoy mi nuevo mejor amigo es el turrón de frutas confitadas.
El paisaje no deja de parecerme familiar... Hay algo de Chiloé en los cerros, y de Patagonia en las nubes (aunque el cielo es menos inmenso). Las nubes son increíbles... Y mejor aún porque no nos llueve, pese a que todo el mundo dice que nos va a llover.
El camino pasa por pueblos pequeños. Son los pueblos los que cambian completamente la sensación de familiaridad. Las casas de piedra, los horreos, los portales, son muy distintos a los del sur. De vez en cuando hay una que otra fuente... También hay algunos cementerios, con casitas altas, pequeñas y apiñadas en un pequeño espacio circunscrito con muros, y una reja siempre cerrada. Recuerdo que los cementerios rurales de Chile siempre están abiertos... Estos no.
El camino pasa por Bodenaya, que es un pequeño pueblo donde hay un albergue privado, y luego se encamina a La Espin, un pueblo urbano, al lado de la carretera, con un gran colegio, y algunos negocios. Todo muy cementado, aunque algunos patios con vacas y el sonido de cencerros vuelven el espacio al mundo rural (para no jablar de las bostas de vaca en el cemento, a las que hay que hacerles quite constantemente en ciertos tramos).
Espero a Yurena, y continuamos el camino, que se aleja de la carretera al acabarse el pueblo.
Pasando por La Pereda, El Pedregal y la capilla del Cristo de los Afligidos (S. XI) y luego la Fuente de la Concona (S. XIX), para llenar nuestras botellas, el camino continúa por pueblitos que se van sucediendo uno tras otro, montrando sus casas de piedra, sus cardenales floridos, sus ventanas antiguas que tratan de modernizarse y no pueden.
Encaminados ya al último trecho hacia Tineo, nos pillan tres peregrinos mayores a nosotros, que están haciendo un reconocimiento del camino para cuando vengan con todo su grupo el próximo sábado: son parte del grupo de Amigos del Camino de Santiago Astur/Galaico. Don Juan de Pola de Sierro se queda conversando con nosotros mientras el resto se adelanta. Don Juan los mira y comenta: "No sé para qué tan apurados, si dicen que en el camino hay que ver pasar los caracoles".
Llegamos hasta Tineo en amena conversa, y él sigue con su grupo hasta donde los espera el bus.
Tineo me parece demasiado moderno, aunque es interesante que parezca descolgarse de las laderas. Tiene algo de Valparaíso, pero en esta primera mirada no acaba de convencerme.
Llegamos a pedir las llaves al Hotel donde está el dato, y aprovechamos a almorzar. Son las 4 de la tarde, mas o menos. Se lanza a llover fuerte entre cucharada y cucharada de sopa, y la nube se va tan rápido como vino. No obstante hace frío.
Después de una ducha caliente para recomponer el cuerpo, salgo a caminar. Le pregunto a una señora de pelito cano dónde está la iglesia y el crucero de Tineo. Ella me indica, y sigue caminando conmigo
- ¿Vas a Santiago?
-Si
- ¡Pero por qué haceis esas cosas!- y ríe- mira lo que voy a mostraros, veis ese monte allá arriba (está muy arriba), pues allá es lo que te espera mañana, hasta Pola. Yo una vez me fui a Pola, en carro eso sí, que no estoy tan loca, y os veía a ustedes todos cansados y asoleados, y había gente como yo, que también va gente mayor de peregrino ¿sabías?, y yo en mi carro sentadina tan a gusto, que me dije "yo me voy al infierno" porque estando tan cómoda mientras todos vosotros os agotábais en la subida. Te vais a acordar de mí mañana, peregrino, cuando esteis arriba dirás "por qué no le hice caso a la vieja esa".
Reímos buen rato. Ella entró a un edificio, y yo seguí hacia el casco histórico. Tineo se mostró completamente.
Cuelga de las laderas, entre callejones angostos y calles que parecen terrazas de cultivo, como escalones largos a distinto nivel. Los pasajes angostos tienen un aire a un Valparaíso viejo, tal vez menos bohemio, pero más antiguo.. Las vistas abiertas hacia el valle de cerros verdes y el cielo poblado de nubes que se iban tiñendo por la tarde, me llevaban a una vista como si estuviese volando sobre ellos.
Oscureció, y la sensación se hacía mayor con las luces de la ciudad, como si uno estuviese entre dos cielos estrellados.
Si, Tineo tiene su encanto oculto.
Volviendo al albergue, estaba la persona que cuidaba. Un hombre de unos 60 años, que empezó a hablar, y no paró en un monólogo mareador hasta casi hora y media después, cuando ya se fué porque tenía a su madre enferma... Nos dejó mareados a ambos (mas a Yurena, que tuvo que aguantarlo también cuando llegó y no la dejó partir a conocer la ciudad).
Nos fuimos al sobre temprano, dado que sabíamos que el camino a Pola de Allande sería largo (mas de 30 kms) y pesado.
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paloma que tierna la viejita buena onda