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Partimos de Grandas en el amanecer. Le damos una última vista a la Colegiata, y el Ayuntamiento nos despide con campanadas. Son las 8 de la mañana y el cielo, para nuestra sorpresa, está despejado. Bueno, para ser correctos, posee nubosidad parcial variando a despejado.
La lluvia pasó, al menos por el momento. El cielo parece una pintura, con colores amarillos grises y rosados.
Ya es una costumbre iniciar la jornada con un ascenso leve, esta vez nos lleva a un sendero de arboles. Hay una neblina a lo lejos. Ñuberu nos vigila desde su distancia.
Sin mayores trámites, a eso de las 9 y algo llegamos a Castro. En un pueblo de esos bien asturianos, con harto cucho, vacas, bostas y esas hermosas casas de piedra. Piedras laja en todos lados (techos, paredes, cercados... )
Nos acercamos al lugar donde está el Museo y el Chao Samartin (la aldea). Algo se alcanza a ver del yacimiento desde lo alto del camino al Museo.
Me despido de Yurena, y nos deseamos mutuamente un buen camino. Ojalá que ella encuentre otro compañero de viaje. No está fácil encontrar peregrinos en invierno.
Después de las despedidas y buenos deseos, la veo seguir el rumbo.
El sonido de cerdos chillando rompe el silencio de la mañana por unos segundos.
Yo vuelvo a Castro, y espero a que abran el albergue para dejar mi mochila, y matar el tiempo hasta que el museo abra sus puertas.
No tengo que esperar mucho. El albergue es atendido por dos muchachos jóvenes: Sandra y Juan. Me pasan la llave de mi habitación, nos organizamos para lo de la comida y los bocadillos que les pido para la noche y el viaje de mañana, y ellos me dicen que si quiero puedo ir a ver cómo faenan unos cerdos que habían matado recién, cruzando la calle vecina.
Me asomo curioso, y veo a tres hombres dentro de un galpón levantando con poleas a dos cerdos enormes. Tienen, cada uno, el tamaño de un ser humano. Uno ya está abierto y destripado. El otro aún no.
En el galpón de al lado dos mujeres limpian los interiores del cerdo, separando la grasa de los intestinos. Una de ellas me dice que con los más gruesos se hacen las morcillas y otros productos cuyos nombres no pude retener, y con el más delgado se hacen los chorizos. La grasa la derriten para hacer manteca. "Y chicharrones" comenta la señora que está al otro lado de la mesa. Mira con una sonrisa, como pensando en el sabor dulce de los chicharrones.
Les comento que los cerdos me parecen muy grandes. "Tienen un año cada uno, y es que no son de criadero" me responde, "los que matan en criadero son chiquitos, no crecen. Con estos hacemos jamón, y embutidos para todo el año, si hasta nos ha sobrado de los del año pasado".
Recuerdo a mi abuelo haciendo chorizos, cuando compraba los intestinos, y al lavarlos parecían cosas resbalozas en el agua... y cómo los rellenaba con la maquinita y la manivela. Bueno... también me acuerdo de cuando le dió por hacer jamón, o por comprar gallinas para desplumar, o cuando compró los 10 sacos de pasas... Mi abuelo estaría feliz viendo esto.
Los hombres en el galpón están prendiendo un gran soplete a gas para quemar los pelos del cerdo que aún está entero y comienzan a rasparlo. No podría decir que en esta ocación "está mal pelado el chancho".
Me alejo de los galpones y parto al Museo, que ya debió haber abierto. El museo es una hermosa construcción, amplia y modrna, pero elaborada casi totalmente con los materiales locales, por lo que resalta a la distancia, dominando la colina, pero no desentona en absoluto con el resto del pueblo, o del paisaje. Hay que ver que cuando se quieren hacer las cosas bien, se hacen bien.
La sala de exposición tiene dos plantas principales, la primera en el segundo piso, y la segunda en un piso bajo la recepción, con un pasillo inclinado que asciende hasta la puerta de salida.
El muchacho que atiende, David, estudió turismo, y me dice que en los subterráneos hay otras piezas, unas menos bonitas, y otras en trabajo de laboratorio... Todo lo del museo son piezas que han salido de esta aldea. Solo hay un par de réplicas de piezas de otras aldeas celtas de los alrededores, como para contextualizar.
Los ventanales miran al Sitio Arqueológico, por lo que cuando uno lee sobre eledio ambiente, y la posición y distribución de la aldea, es cosa de levantar la vista, y ver el sitio en sí.
A eso de las 1°°, cuando voy pasadita la mitad deluseo, se acerca David y me dice que va a empezar la visita, al sitio y que puedo continuar en el Museo por la tarde. Al Sitio llegan 2 parejas españolas, uno de ellos con actitud de dueño de fundo, porque ya había estado allí antes. Menos mal entrando al sitio dejaron de hablar fuerte, y dejaron a David explicar bien. Bueno, el dueño de fundo sacó se celular y habló a todo cuete durante la mitad de la visita... Pero el resto era un agrado.
El sitio era muy interesante, tenía 4 ocupaciones, desde la Edad del Bronce, Edad del Hierro (ocupación celta clásica, según entendí), invasión romana, y una ocupación breve comp cementerio en la Edad Media. Cada ocupación había modifocado el paisaje y las construcciones anteriores, hasta la constricción del Domus Romano (casa tipo Cota Mil), que mandó a hacer el general que fue enviado a esta zona. Algo así como "si me mandan al culo del mundo, al menos tendré buena casa". Este cabro comía ostras traídas de no sé donde, y su casa rstaba con murales en las paredes y hasta tenía un sistema de calefacción de pisos y muros con aire caliente. Un Divo.
Los cabros de la Edad del Bronce habían hecho un foso gigante, de como 7 metros excavando en la roca de piedra laja del cerro. David lo señaló como foso defensivo. "más que contra otros chaos, contra lobos y osos, que abundaban en estas zonas", atacaban a los animales y los graneros. Con el tiempo fueron tapando el foso, hasta ie los romanos lo reactivaron, menos profundo, pero con carácter gurrrero más claro.
Me impresionó la cantidad de información escrita a la que pueden acceder sobre estos sitios, algo ue en Chile estamos lejos de tener para tiempos prehispánicos. Por lo mio, creo que la arqueología en Chile tiene también más de intuición, y mejor elaborada, ya que de la parte que no tienen escritura (Edades de Bronce y Hierro) hay poco dicho, y se atreven poco a interpretar más datos. Bueno, ese es también un mal de quienes tienen grandes construcciones para estudiar. Como en Perú y México: Si tienes una pirámide, ¿quién va a querer estudiar piedritas?
Después del almuerzo termino de ver lo que me quedaba de museo, y me encamino a Xestocelo, a ver si puedo encontrar los petroglifos y los túmulos que están allí. Son como 2 o 3 kms de Castro.
Al final, el paseo resultó un 50
% exitoso, ya que pude ver el túmulo rescatado, pero no pude encontrar los petros. Me encantó la propuesta de rescate-difusión del túmulo, que había sido saqueado en todo un sector, y que se excavó en la parte saqueada para rescatar y contextualizar lo que quedaba, se le puso un consolidante a todo el perfil expuesto, y luego un panel que cubrió todo el perfil, dibujando los niveles, como si se tratase de un enorme cuaderno de campo. Con piedras en el suelo se hizo un emplantillado que mostraba el área que anteriormente abarcaba el tumulo, y todo se acompañaba de información en paneles con dibujos, desde la creación del túmulo, hasta su rescate, pasando por el olvido, las leyendas, el saqueo y su descubrimiento.
Claramente hay otra forma de entender el patrimonio cuando es bandera de lucha... O cuando se le toeme unínimo de respeto.
Pese a que no encontré los petros, el paseo estuvo muy bueno... Me fui al albergue, donde habían dejado los "bocadillos" (el tamaño no se condice con el nombre que les dan), y después de un duchazo (medio frío, a mi pesar) me acosté para echarme a dormir. Mañana cruzaría hasta Galicia, y acabaría la parte asturiana de la travesía.
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