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Es verdad que inicié la visita al Museo pensando en que todo lo que había allí ha sido robado, y que lo mejor que había e Inglaterra era extranjero (partiendo por la comida). Sigo pensando que lo que hay en el Museo ha sido robado de todo el mundo, pero menos me quedé con el buen sabor de boca que está todo tratado con sumo respeto, y principalmente con mucha apertura hacia quien quiera acercarse a ver. Una sensación que no me ha dejado ningún museo en Chile... partiendo por el Museo Precolombino, y eso que yo trabajé allí.
Para empezar, la entrada es gratuita. Imagino que se considera todo como parte del tesoro nacional, de ese aserbo de cultura que a los ingleses tanto les gusta mostrar que resguardan... Y, bueno, uno puede o no estar de acuerdo con el modo en que se han hecho de las piezas, y claramente no me gusta para nada ese pensamiento de que todo es Colonia de Inglaterra, pero es innegable que la sensación de entrar a ese museo es de pertenencia al mundo.
Se puede sacar foto a todo. Con flash si es necesario. Hay réplicas elaboradas con sumo detalle de las piezas más importantes (la piedra de Rossetta, por ejemplo), para que uno la pueda tocar, palpar, sentir sus desniveles y grabados. La original está tras vidrios, y esa sólo se puede apreciar con los ojos, pero ya está la intención de que observar no es sólo visual: se observa con las manos, con el olfato, con las sensaciones en el alma.
En un lugar central de la sala principal del museo, estaba el moai de espalda Tatuada. Alto, orgulloso. No sé si sus ojos están en dirección de la Isla. Me pareció que estaba sólo. Tal vez fue lo único que me pareció descontextualizado del museo. A su altededor habian distintas piezas de indígenas de norteamérica, varias de los inuit... Pero nada más de la Isla.
Una sala que quería ver era la que tenia las piezas de mesoamérica. Es una sala pequeña, y la cantidad de piezas son pocas en relación a lo que esperaba. No obstante vale la pena, sólo por ver los frisos mayas de Yaxchilán, y las piezas mexicas de mosaico de turquesa.
Estaba mirando la calavera de Tezcatlipoca, y dos españoles a mi lado comentaron: "hombre, que estas piezas deberíamos tenerlas nosotros, y no los ingleses". No sé si me oyeron, o si hicieron que no me oyeron, pero mi comentario de "estas piezas deberían tenerlas los mexicanos" hizo que se fueran de mi lado. Me parece insólito que todavía haya gente que piense en América como botín de guerra. Y, no hay caso, ahí me baja toda la indiada, que le dicen.
La sala llamada "de la ilustración" era una sala que no me llamaba para nada, pero de pronto me ví frente a ella y entré. Hace rato que vengo pensando que la llamada "Ilustración" no hizo más que transformar el pensamiento del ser humano en un pensamiento lineal, clasificatorio, vacío... Es fácil verlo en la arquitectura, especialmente en el Viejo Mundo: todos los edificios con formas lineales, simétricamente aburridos, pero limpios "elegantes" (se supone) son como de esa época. Los anteriores tenían en su arquitectura un mensaje de misticismo, y eso no cabía en la Ilustración. La razón (mal entendida como la verdad universal) debía ir sobre la superstición... Nada más alejado a lo humano, que es el ir acercándose a lo sagrado, sea lo que sea que es eso. Goya lo expresó muy bello en su dibujo de "el sueño de la razón provoca monstruos"... No creo que uno deba vivir en la superstición, pero no se puede negar toda creencia, ese misticismo inscrito en nuestros pensamientos, en las cosas que hacemos, que es lo que nos mueve. La razón entendida como la lógica del pensamiento abandona todo sentimiento, que considera volátil y no cuantificable... Todo lo más hermoso que he visto ha sido creado a partir de esa impresión de que hay algo más grande que uno. Clasificar, ordenar, comprobar con hechos, y pensar que eso es hacer realidad, es una forma muy pequeña y triste de pensar la realidad.
Entré a la sala con resquemores sobré qué es lo iba a ver... Estantes y vitrinas con piezas clasificadas, y millares de libros. La verdad es que fue interesante verlo, como un reflejo de la historia, como un museo de sí mismo: así pensamos.
Habían vitrinas que dividían las temáticas, por ejemplo, "la escritura", tipos de escritura, y cómo algunas de ellas fueron descifradas (el caballito de batalla es la piedra de Rosetta, descifrada por Champollion) en esta sala está la réplica, y la gente puede tocar sus zurcos, su textura.
Hay algunas piezas moche en las estanterías, hay hasta insectarios y mostrarios de piedras... El mundo de la clasificación.
Una pieza, en particular, me sorprendió: un pequeño trozo de cerámica con forma de almohadilla, no mayor a un puño, completamente escrito con trazos cuneiformes. Eran trazos tan pequeños, tan apretados entre sí, que parecía ser un estampado de un canasto sobre el barro, pero tenía ese orden, como un rito, que decía que no era un estampado cualquiera... Era mucho más relieve que dibujo. Lo miré y lo miré, y no me cabía en la cabeza.
Había una mesa con una señora con unas cajitas. Al lado un letrero que decía algo de "mirar y tocar las piezas".
Me acerqué, y ella feliz me comenzó a explicar algunas piezas que tenía en las cajas. Me dijo que eran piezas originales, que formaban parte de la colección que generalmente estaba en bodega (todos los museos tienen una bodega a veces más grande que la cantidad de piezas exhibidas... Recuerdo la bodega del Precolombino, y las piezas maravillosas que tenía).
Me dijo que eran piezas muy interesantes, pero que no eran tan trascendentales como para tenerlas entre cuatro llaves, ni tampoco tan espectaculares como para ponerlas en las vitrinas... Y como la política del museo era la de acercar las piezas a la gente... De pronto tomó un hacha de sílex, tosca, y la puso en mis manos. "Esa pieza - me dijo- tiene 300 mil años, y es posiblemente una de las piezas más antiguas de la colección". Casi me caí de poto. Era un hacha de piedra elaborado por los primeros Homo sapiens, en Europa, contemporáneos a los neanderthales. Ahí en mis manos. Quedé como helado, sin moverme ni un ápice. Ella me dijo "vamos, tóquela, sienta el filo". Mientras miraba el hacha con sumo detalle ella me explicaba lo de los filos, la factura... Era parecido a lo que yo sabía, porque no es distinto al trabajo lítico en los sitios de Chile, pero no podía dejar de pensar en micabeza "tienes una pieza de 300 mil años en tus manos, tienes una pieza de 300 mil años en tus manos"... Luego comenzó a hablarme de las sociedades agrícolas, y luego de la escritura, que separa la "prehistoria" de la "historia", al menos en el Viejo mundo. Dicho eso, me pasó un trozo de barro con unas estampas de lineas triangulares. "Esa es escritura cuneiforme- me dice- y en este caso es algo bien tosco, porque es una frase estampada con un timbre, en una producción en masa. Tiene como 5 mil años". Tomando la pieza, con mi pésimo inglés (al menos me hice entender bastante bien) empezamos a hablar sobre el tema y ella me decía que la escritura cuneiforme era mas delicada cuando era escritura manual, y la que ahora me mostraba, si bien era una pieza donde había una muy buena muestra de escritura, era menos caligráfica, porque era de sello. Le pregunté por la pieza con esa escritura minúscula que parecía braille, donde parecía que era más importante la textura que salía hacia afuera en pequeños filos que el grabado del palillo que escribía, y ella me dijo que esa era escritura manual, y que si, que la textura parcía ser un elemento importante. Luego me miró, levantó una ceja, y me dijo "parece que estás interesado", y se inclinó para abrir un cajón de la mesa. Sacó una cajita pequeña, y de allí una pieza cónica envuelta en plástico. Me dijo "míralo con detenimiento" era un cono completamente escrito, con esa escritura de texturas. "este es un cono que era parte de los ladrillos de un templo que un rey había mandado a construir para los dioses. Es escritura manual, mucho más delicada y mejor escrita que la de sello... Claro, porque es para los dioses. Se hacían miles de estos conos con textos a los dioses, y luego se recubría con barro crudo y se enterraban en las paredes, como ladrillos, y nadie los volvía a leer". Una persona que estaba detrás mío se había acercado a escuchar, y preguntó: "entonces, si nadie sabía que había algo escrito ahí, para qué lo hacían"
Ella sonrió y dijo en su perfecto inglés "that words was between the king and god. Is not your bussiness". Y sonrió.
El cono estaba traducido, y ella tenía la traducción escrita en un papel. Decía:
Para el dios Enlil
Señor de las tierras extranjeras
Su señor
Ur-Nammu
Hombre poderoso
Rey de Ur
Señor de las tierras de Sumeria y Acadia
Cavador del Canal de Ur
Su canal es ofrecido
A él.
Me sentí privilegiado de poder tomar eso en mis manos... De conocer esa ofrenda. Era una sensación casi mágica tenerlo entre mis dedos, y saber todo eso.
Le agradecí mucho toda la conversación y la posibilidad de tocar las piezas, y continué la visita al museo.
El museo es enorme, y la verdad es que hay partes que me salto casi corriendo. Hace años tan vez hubiese rayado con Grecia y Roma, hoy los paso rápidamente. Hay algo en esas piezas donde veo mucha técnica, pero ya no me apasiona tanto.
Recuerdo que en el Valle del Encanto, en Chile, un caballero nos contaba de los Entierros... Que sonaban como campanas para quien los debía encontrar. "Si el entierro es para tí, te llama." poenso que es así con las piezas del museo. Cuando chico rayé mucho con las piezas clásicas griegas y romanas, esas formas perfectas, esa belleza "ideal" que aún nos rigen... Pero hay tanta otra belleza, que ver el canon griego me parece ver más de lo mismo...
Las piezas egipcias me hacen ir mas lento. Pero es como si todo fuera algo muy distante, y distinto de mí... Me parece tan lejano. No es para mí ese mensaje. No es para mí ese tesoro.
Hasta que me detengo frente a los leones alados asirios, y me pierdo en las tierras del Tigris y el Eufrates.
Cuando salí del Museo, ya estaba oscuro (no es de extrañar, se oscurece a las 4 de la tarde)... pero eran pocomás de las 6 cuando me encaminé de vuelta al departamento de Felipe y Tania.
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