Profile
Blog
Photos
Videos
Moverse en el metro de Londres tiene su complicación. Hay que guiarse por las pantallas que indican si el tren que viene llega o no hasta la estación a la que uno quiere llegar. Las líneas se bifurcan, y se encuentran. No son lineas de un sólo camino, como en Chile.
El vagón es más pequeño que los de Santiago, y los túneles son más túneles. Todo funciona con una puntualidad pasmosa.
El metro me deja en la estación de trenes y de ahí es como una hora a Swindon. Llegado a Swindon, sigo a la masa de gente que se mueve hasta llegar hasta el terminal de buses. Todo está organizado. Los recorridos tienen andenes fijos, y los buses se reparten el uso del anden según las horas en que parten. Es muy fácil, y práctico. El bus que va a Avébury siempre sale del mismo anden a las horas prefijadas. Todo es puntual y exacto. Muy inglés.
A las 12:10 sale el bus, y se demora unos 30 minutos en llegar a Avebury. Unos metros antes de llegar, desde el bus se aprecian las líneas de piedra. Los menhires, rectos, enormes, blancos, alineados en la campiña verde.
El cielo tiene nubes grises y blancas sobre un fondo celeste brillante. El sol reluce, pero hace frío. La luz es maravillosa.
El pueblo de Avebury es minúsculo, y bello. Las casas tienen techos con pasto o algún tipo de vegetal denso. Hay un negocio donde se da el paso al Henge de Avebury. Pido una audioguía para guiarme en el recorrido y conocer un poco más, dado que no sé nada de esto.
¿Por qué Avebury? Cuando chico ví una foto de la iglesia de Avebury, y me pareció mágica. Quería llegar a ella en algún momento. Llegando a Londres, Felipe me contó del Henge, y se fueron sumando las cosas. Ya que era difícil que llegara a ver Carnac en el Norte de Francia, al menos vería los Henges de Inglaterra.
Un Henge es una estructura de piedras y fosos excavados, en formas circulares como anillos. Al parecer la palabra "henge" tendría un significado como "colgar" en inglés antiguo. Las rocas se mantienen paradas, enormes, y los fosos pronuncian la sensación monumental del alineamiento de piedras.
Entro al circuito del Henge, y es como entrar en un espacio mágico, marcado por otra lógica del tiempp y las distancias. Y ahí están las piedras. Mi primer encuentro con los grandes menhires celtas.
Son piedras antiguas.
Pese a que algunas estuvieron enterradas hasta hace pocas décadas (en que se decidió restaurar el Henge), se nota que son piedras antiguas.
Se organizan en círculos. Habían antiguamente 99 piedras exteriores, y dos círculos interiores con 27 piedras (mas 2 menhires internos) y el segundo con 29 ( con 1 menhir interno).
El primero se conoce como círculo lunar, y el segundo como círculo solar.
De toda esa montonera de piedras, hoy solo quedan algunas en pie. El resto fueron sepultadas, quebradas, olvidadas, hechas trizas, y algunas se usaron para hacer las casas y la iglesia que hoy son el pueblo de Avebury, que está completamente dentro del círculo sagrado.
Camino entre las piedras. Son enormes. Muy anchas, y muy delgadas. La forma que poseen cambia completamente a medida que uno camina alrededor de ellas. Parecen columnas esbeltas de un lado, y de frente son bloques anchísimos, casi inabarcables. Son impresionantes. Y están dispuestas en círculos como si se tratara de un dibujo con líneas segmentadas. Las piedras se giran levemente siguiendo la forma del círculo.
Y son suaves, casi pulidas, con una pequeña aspereza de roca, pero suaves al fin.
Parecen tan naturales, y tan calculadas a la vez.
Fuera del círculo hay una línea serpenteante de piedras gigantes que se pierde en la llanura. Ondula entre el lomaje. Camino por ese sendero remarcado por las piedras. Es un camino amplio, anchísimo, y las piedras, como guardianes, esperan que pase y se ensanchan frente a mí.
El sol las golpea de lado, haciéndolas más concretas, más contrastadas. Oscureciendo una cara e iluminando la contraria.
El sol está bajo, muy bajo, y golpea rasante a las rocas. El invierno Inglés achata el sendero del sol, y se oscurece muy temprano. A las 4 de la tarde ya todo es una boca de lobo. Ahora que está iluminando, alarga las sombras dando un tamaño monumental a las rocas, como líneas largas y quietas, que se suceden una tras otra.
El frío es constante. Lamento no haber traído guantes. Las manos se me hielan hasta que se me hacen inútiles. Y no sólo los dedos. La muñeca, la palma, los dedos... Nada responde.
Las nubes cubren y destapan al sol, según el viento las mueve. Las piedras fijas, fijas, se alumbran y se atenúan a la par del sol. A veces se confunden con el paisaje verde y gris, otras veces resaltan como seres blancos sobre la hierba. Cuando el sol las golpea son blancas, albas como un palo seco y blanqueado por el sol y la lluvia. Son piedras vivas.
Dicen que las altas y angostas son piedras masculinas. Y las anchas y bajas, femeninas. Si bien hay unas mas bajas que otras, la proporción ancha/delgada varía completamente dependiendo del ángulo en que se miren. Una piedra vista de lado puede ser alta y angostísima. La misma vista de frente, se convierte en ancha, y por ello da la sensación de ser más baja... Pero ¿Cuál es el frente de las piedras? Se dice que sus frentes son las partes anchas... Como si se alinearan hombro con hombro, mirando al centro o afuera. ¿Y si el frente es su parte angosta, conformando un líneas y círculos como una fila india, mirando cada una la espalda de la otra?. Aveebury no deja nada claro. Miro y miro sus piedras, poso mi mano en ellas, y sólo hay preguntas.
¿Cómo entender una piedra, tan callada, tan vista, tan antigua?.
En el Henge hay un sector con unos árboles antiguos, antiguos. Las raíces parecen sacados de otro mundo, un mundo subterráneo que no pertenece a nuestro cielo. Se enmarañan como largos hilos, o redes... Y se encuentran en los troncos, y es imposible saber si es uno sólo el árbol, o son 10, o 20... Dicen que Tolkien venía a este lugar...
Es un lugar que trae una paz increíble. El sol mezcla sus rayos en las hojas, y confunde su luz con la sombra de las raíces. La luz es verde y amarilla. Las hojas se mueven con el viento, suavemente. Las raices son como venas que se extienden y se enmarañan metros y metros, son un pequeño mundo, son un universo tejido de tierra y piedras, y madera...
La luna sale entre dos enormes bloques. Casi llena, como un gran sol redondo, blanco y frío. El sol sigue en su caminar bajo. Pronto se va a oscurecer. El frío tiene mis manos hechas unas inútiles. Devuelvo la audioguía y voy a tomar un té para calentar mis manos. Estoy como tullido por el frío. Apenas puedo tomar la bandeja. Apoyo mis manos en la taza, están moradas, los nudillos blancos. Lentamente, muy lentamente vuelvo a tener mis manos conmigo.
El pueblo está dentro del círculo sagrado. La pequeña iglesia de Avebury también. Los museos están cerrando. Voy a la iglesia. Son casi las 4 de la tarde. Está comenzando a oscurecer.
La iglesia es pequeña, y muy alta. Tiene esa construcción de ojivas angostas que me fascina. La miro, y se ve vieja, viejísima. Es como una abuela en el pueblo. Alrededor de ella hay tumbas. Se desperdigan por el suelo, y la iglesia parece cuidarlas. Es todo pequeño, como reducido. Las puertas son justo de mi altura. Un poco más bajas quizás. Por dentro nada espectacular. Todo pequeño, muy íntimo. Silencioso.
Por fuera algunas enredaderas han trepado por sus muros de piedra.
Es bella. Y tiene esa cosa antigua, medio abandonada, medio salvaje, y muy añorada. Pongo mi frente en sus muros, apoyando mi cabeza en su piedra, y quedo allí un rato. La piedra en mi frente me estremece. Es como si la capilla me acogiera, y me hubiese esperado todo este tiempo. Y ahora me abraza. Es una sensación tan calma... La piedra va llenando mi viaje.
Apoyo mi alma en la pared de piedra, y soy feliz.
- comments