Tania y Juani

El desafío de registrar cada instante. Esa complicada tarea de guardar en algún rincón, ya sea mediante una foto, un video, o una simple nota, aquello que en este momento pasa por el alma. Es que también creo que recordar es volver a pasar por el alma. Por eso uno lo vive con intensidad, y de esa misma manera lo registra. Con sentires dispersos, interpretaciones apuradas, miles de errores en el creer y más. Mucho más. El cuerpo y la mente se convierten rápidamente en sensores alertas a cada estímulo, que con el pasar de los momentos, caerán como cataratas de agua gruesa. Todo merece una nota aunque ésta no pueda mostrar la hermosa sensación de conocer un poquito más. Apenas salimos de Uruguay, tal vez incluso desde antes, tuve la sensación de que el tiempo se partía en miles y miles de pedazos. De que las horas, los días y las fechas (tal como las marcamos los hombres blancos con numeritos) perdían importancia. El tiempo, lo que uno dice el tiempo, se convertía en una sucesión inacabable de momentos. La vida una amalgama de instantes que sólo terminan cuando otro comienza. Como las telas de aquel Patchwork de las mujeres de Colón, con colores y formas varias, un momento pegadito al otro. Es que incluso el silencio y la oscuridad se vuelven espacios únicos. No es ni el primero ni el último viaje que haremos juntos. Ya algún mundo nos ha recibido en otros caminos y éste, que buscamos atravesar, será sin dudas la puerta de entrada a otros mundos. Aquí leerán de los dos. Porque es imposible mantenerse distante al sentir del otro. Pensamos en paralelo, que no es lo mismo que igual, pero esto en el infinito tiende a unirse en algún punto. Por suerte hemos encontrado varios de esos infinitos. Perdonen nuestras faltas, sepan disculpar nuestros errores, comprendan nuestras inexactitudes. Absuelvan nuestra ausencia en este intento por tener alas. El faro tiene buena base y el regreso hallará su luz. No se olviden que más temprano que tarde nos reencontraremos y seremos eternos